Ismael López Callejón
José
Miguel fue ayer a ver el cine, la película de Piratas del Caribe.
Para su sorpresa, al entrar a la sala de cine, no había nadie. Con
su refresco y sus palomitas, José Miguel se sentó en la segunda
fila. De pronto, un pirata fuerte y alto con barba y pelo muy largo;
salió de la gran pantalla y se acercó al muchacho. Al acercarse de
tal manera que no había ni un metro de distancia entre ambos, pudo
apreciar sus ojos, bueno; más bien su ojo gris y opaco y apenas se
le marcaba el otro en aquel mugriento parche, la faltaban bastantes
dientes y en su boca negra y oscura daba luz un diente de oro que
ocupaba el lugar del colmillo.
El
muchacho, asombrado al comprobar que no se trataba de ningún efecto
3D le preguntó
-¿Qué
quieres?
-En
busca de una embarcación vengo- contestó el pirata- mi barco fue
destruido por una gigante mancha de lava roja en aguas japonesas.
-¿En
serio? Yo siempre he defendido que debería haber una ley que
prohibiera cultivar, urbanizar o navegar por zonas de tanto peligro
como esa.
-De
leyes, como está ahora el planeta… mejor no hablar-
-Pero
se podría hacer un esfuerzo para lograrlo, por ejemplo, la ley de
cifrar la fecha de caducidad de los alimentos.
En
ese momento, la policía entró en la sala buscando a un
narcotraficante y resulta que… ¡Habían salido de la película
equivocada!