sábado, 22 de noviembre de 2014

Ismael López Callejón
José Miguel fue ayer a ver el cine, la película de Piratas del Caribe. Para su sorpresa, al entrar a la sala de cine, no había nadie. Con su refresco y sus palomitas, José Miguel se sentó en la segunda fila. De pronto, un pirata fuerte y alto con barba y pelo muy largo; salió de la gran pantalla y se acercó al muchacho. Al acercarse de tal manera que no había ni un metro de distancia entre ambos, pudo apreciar sus ojos, bueno; más bien su ojo gris y opaco y apenas se le marcaba el otro en aquel mugriento parche, la faltaban bastantes dientes y en su boca negra y oscura daba luz un diente de oro que ocupaba el lugar del colmillo.


El muchacho, asombrado al comprobar que no se trataba de ningún efecto 3D le preguntó
-¿Qué quieres?
-En busca de una embarcación vengo- contestó el pirata- mi barco fue destruido por una gigante mancha de lava roja en aguas japonesas.
-¿En serio? Yo siempre he defendido que debería haber una ley que prohibiera cultivar, urbanizar o navegar por zonas de tanto peligro como esa.
-De leyes, como está ahora el planeta… mejor no hablar-
-Pero se podría hacer un esfuerzo para lograrlo, por ejemplo, la ley de cifrar la fecha de caducidad de los alimentos.

En ese momento, la policía entró en la sala buscando a un narcotraficante y resulta que… ¡Habían salido de la película equivocada!